miércoles, 9 de noviembre de 2011

En Chile, un sistema que entró en crisis

No son pocos quienes sostienen que, lejos de evidenciar el fracaso de un sistema educativo, la protesta estudiantil chilena muestra el éxito que en los últimos años tuvo la política de masificación de la educación básica y media que se llevó adelante, y que multiplicó la cantidad de alumnos a las puertas de las universidades, tradicionalmente elitistas.
Como señalan en estos días los expertos chilenos, la desigualdad social fue históricamente vista en ese país como un fenómeno endémico, casi natural. Desde los 90, en la agenda pública se instaló la idea de la educación como motor del ascenso social. A diferencia de lo que sucede en la Argentina, en Chile la educación básica y media se financia por demanda; es decir, el Estado paga a las escuelas por cada estudiante que asiste a ellas. Este sistema, que motivó una fuerte competencia entre instituciones para mejorar y difundir su oferta educativa, también promovió desigualdades entre escuelas y, como analiza Gustavo Iaies, director del CEPP, no tuvo tanto impacto en la calidad como en lograr que miles de chicos ingresaran y permanecieran en las escuelas.
En la educación superior, el incremento de matrícula en los últimos 20 años es impactante. Según un informe de la Fundación Ricardo Lagos, entre 1990 y 2010, el sistema multiplicó por cuatro su matrícula, y pasó de 250.000 a un millón de estudiantes. ¿Cómo se explica ese incremento, cuando en todas las universidades chilenas (públicas, públicas con subvención y privadas) la educación es paga? En buena medida, por recursos privados: los que pueden pagan y los que no, acceden a un sistema de becas y, sobre todo, créditos a los que el Estado destinó, en 2010, el 63% del presupuesto universitario. Sin embargo, los créditos representan un endeudamiento insostenible para muchos: equivale a comprar una vivienda y se paga hasta en 15 o 20 años. "Si bien se ve a la educación como una herramienta de progreso, al mismo tiempo se percibe que su efectividad está disminuida, producto de un modelo en que prevalece el mercado, que fomenta el individualismo y la desigual distribución de oportunidades educativas", escribió el especialista en educación chileno Pedro Montt. Lo que aparece en crisis es un sistema de financiamiento pensado para una demanda estudiantil más reducida.
La paradoja de las protestas estudiantiles en Chile es, como observó Montt, que están motorizadas por jóvenes que, "aunque han tenido más oportunidades de ascenso social que sus padres, desconfían del Estado y las instituciones como agentes que pueden contribuir a la igualdad de oportunidades".
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 Por: Francisca Alvarez.
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